Cansancio

2 de octubre de 2009

Los días se suceden a un ritmo frenético. Todo es un ir y venir de intensos momentos en novedosos lugares. Un movimiento, un giro de cabeza o rodilla se presentan como una inquina que se tendrá que superar para poder avanzar. A cada paso logrado, se cruzan ante ti seres animados en cuyos rostros eres capaz de distinguir algo común en todo ellos: el frenesí de la rutina.

La rutina es la fuerza que nos mantiene inertes al sufrimiento de la conciencia. Le cedemos el poder de nuestra propia individualidad para poder concentrarnos en una vida colectiva que carece irónicamente de tal carácter. Aun así, creemos concienzudamente en nuestro entorno y todo lo que éste puede generar para nuestro propio desarrollo.

En nuestro camino surgen escollos que erosionan nuestra confianza y deseos de permanecer inalterados en el continuo paso del tiempo. Dependiendo de la propia persona, esta erosión alcanzará alguna cota o, por el contrario, solo se transmutará en una simple anécdota.

Uno se ha de preguntar hasta qué punto es adecuada la rutina, cuándo hay que decir basta y romper con las riendas que sujetan tu vida. En la rotura, se produce una gran eclosión de energía retenida que rara vez se sabe canalizar. Este fulgor termina con un agotamiento mental y físico que uno siente como provechoso y realizador.

Este bienestar interior, el haber visto que te puedes liberar de tu particular yugo, hace que estés predispuesto a retomar tu rutina sin mayor tristeza. Finalmente, esto se traduce en diversos ciclos continuos en el tiempo, su duración depende de la persona y su madurez tanto física como mental. ¿Cuál es el tuyo?

No hay comentarios: