Verano

3 de julio de 2009

Ha llegado el verano. Los últimos días de junio se van disipando poco a poco. El calor y el tedio no perdonan. Los días pasan al igual que las noches. La calle viste solitaria, traje que contemplo desde mi ventana.

Suave fluir de colores y sensaciones agolpan mis pensamientos al término de otra temporada. Momento de hacer balance sobre las acciones llevadas a cabo y las que en el camino se perdieron. La pregunta siempre gira en torno a si las primeras rentabilizan la pérdida de las otras. Es obvio que no, nada compensa lo no hecho por más que te intentes autoconvencer.

¿Hasta qué punto actuamos desde el propio autoconvencimiento? ¿Realmente nuestras elecciones son libres? ¿No parte todo de unas premisas sociales que inconscientemente adoptamos? ¿A la vez que transformamos para dar coherencia a nuestros actos desde el principio de la autonomía personal e individual? Preguntas que se repiten una y otra vez en mi cabeza.

En cambio, hay otros comportamientos que nacen inconscientes fruto de la pasión, agonía o cualquier estado emocional límite. ¿No es esto el completo desarrollo de acciones libres? ¿Es lo irracional libre? Mientras tanto, seguiré en mi búsqueda de racionalizarlo todo.

¿Quiero ser libre o dueño de mí mismo? El control sobre mí mismo desencadena en un intento por gobernar toda mi periferia, mi campo de actuación. Concebir el conocimiento como paso previo a la dominación. Cordura o locura. Enfermizo.

¿Hasta dónde alcanzan nuestras acciones? La percepción de los demás sobre la realidad escapa a mi conciencia. ¿Cómo posicionarme en la cabeza del otro? Sin empatía no hay comprensión, ¿pero hasta qué punto se puede aprehender la empatía?

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