Noche silenciosa

1 de marzo de 2009

El cansancio agota mis capacidades mentales, las físicas no se tienen en cuenta. Una noche sin plan y sin mucho que hacer: leer revistas, libros, foros, masturbarse... lo típico. De todas maneras, algo positivo saco de esta noche: me terminé Rayuela. El libro me ha encantado y su protagonista más aún.

Horacio es un héroe ahogado. Se siente un ser superior, grandilocuente, mas a la vez sabe que hay muchas cosas que no puede aprehender. Se escuda en que le son indiferentes, pero le erosionan poco a poco y lo hunden. Niega importancia a la vida, sin embargo está preso de ella. El amor corre por su interior, a la vez que intenta desprenderse de él como si de un esputo se tratara. Quién no ha sido un Horacio alguna vez.

Mientras tanto, yo imagino ser mi propio héroe, buscar mi propio camino a espaldas de la opinión de mucha gente de la que aparento no sentir ni la más mínima condescendencia. Por supuesto, todo eso es irreal, solo hace falta mirar a mi alrededor para comprenderlo: papel higiénico manchado, un reloj que agota las horas, revistas que nunca termino de leer, apuntes desperdigados al azar, libros de la biblioteca...

Al otro lado está la calle recorrida por voces alegres cargadas de vitalidad. Aunque parezca mentira, no hay mucha distancia, ni anímica ni física, entre los dos. Yo también soy capaz de entregarme a las diversiones más banales de la mano de un cubata. Y no, no está nada mal. El problema viene al día siguiente y la correspondiente balanza de pérdidas y ganancias, el juicio de lo inmoral.

¿Adónde nos lleva lo correcto sino a un lugar que no sabremos disfrutar? ¿Dónde están unos ojos enfrentados, que diciéndoselo todo, despiertan sonrisas mutuas de complicidad? Tal vez por buscar el edén allá donde no podemos llegar, no conseguimos disfrutar del territorio que pisamos. Porque, recordad, pertenecemos a la tierra y a ésta obedecemos. No cabe más destino que el que este lugar con todas sus restricciones nos depara. No hay cielo ni infierno, tan solo unas grandes urbes que nos consumen o elevan día a día. Dejémonos flotar.

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