Finalmente, me fui a dormir a casa como tantas otras noches: bebido y aburrido. A la mañana siguiente encendí el ordenador con la inquietud de saber si era o no verdad el que quisieran volver a hablar con un desgraciado como yo, sería toda una novedad en mi vida.
Eran ya las 16h y no había señal de vida nueva en mi bonita cuenta del messenger. Decidí persistir en el intento y me lancé a buscarlas en la red social de moda: tuenti. Por suerte, no había muchas Ronaldas en la ciudad. Un par de mensajes privados y tenía a las dos en el tuenti y en el messenger.
La relación con mis nuevas amigas comenzó con conversaciones cibernéticas a tres casi todas las noches, eran buenas noches. Conversación a conversación me fui granjeando su confianza. Pasaron un par de meses hasta que tuve una nueva oportunidad de verlas, había una fiesta organizada por gente del pueblo de Pu que yo conocía.
Como toda fiesta en estos lares, el paso previo antes de ir a la discoteca es ir a beber a la calle. Era una fría noche de invierno en la que no hubiera salido si no llega a ser porque sabía que podría verlas. Aun así, no cuidé mi ingesta de alcohol y llegué al modo de no conciencia de tu alrededor.
En el punto álgido de mi ebriedad contacté con ellas. Cuando conseguí discernir entre la borrosa marabunta sus figuras, ya no sabía ni lo que hacía. Solté un par de burradas y me eché un par de fotos con ellas, mi estado no daba para más. La noche acabó alejado de ellas, cabreado y con mal sabor de boca: nunca supe aprovechar una buena oportunidad.
Después de ese día las cosas entre nosotros volvieron a su cauce. Me agradaba platicar con ellas y ellas se mostraban receptivas a mis excentricidades. Las estimaba por ese simple hecho, pocos me las aguantan.
Las cosas iban bien e incluso tuve un par de oportunidades más de verlas, mas mi comportamiento etílico no varió. No sabía cómo encauzar lo que sentía con lo que debía mostrar, y ello me iba corroyendo poco a poco. En la vida te enseñan a que has de amar a una persona y dedicarte a ella, pero yo buceaba entre dos mares de difícil delimitación.
Mientras una me asombraba con su aparente graciosa ingenuidad, otra me mostraba sus ocurrencias llenas de ingenio. Era como intentar escoger entre mis dos hemisferios cerebrales, se necesitan a ambos para estar pleno. Ellas, supuestamente, no discernían lo que en mí manaba. En cambio, yo sabía que si me tiraba a la piscina moriría ahogado.
Por curioso o infundado que parezca, todo acabó en una mala tarde de mensseger como tantas otras. En ela, el portapapeles me jugó una mala pasada y pegué el link a este maldito blog en la conversación. Se dieron cuenta que mi locura no era fingida, sino real; incluso me tachaban de loco sexópata. Andaba desquiciado en aquellos tiempos, llegué a buscar qué significaba sexópata en la RAE, pero no la identificaba como palabra.
Actualmente poco queda de aquellos tiempos. He podido superar el carecer de sus atenciones para conmigo. Aunque he de reconocer que escribo estas líneas con la pena en mis ojos y la melancolía en mis dedos.
Eran ya las 16h y no había señal de vida nueva en mi bonita cuenta del messenger. Decidí persistir en el intento y me lancé a buscarlas en la red social de moda: tuenti. Por suerte, no había muchas Ronaldas en la ciudad. Un par de mensajes privados y tenía a las dos en el tuenti y en el messenger.
La relación con mis nuevas amigas comenzó con conversaciones cibernéticas a tres casi todas las noches, eran buenas noches. Conversación a conversación me fui granjeando su confianza. Pasaron un par de meses hasta que tuve una nueva oportunidad de verlas, había una fiesta organizada por gente del pueblo de Pu que yo conocía.
Como toda fiesta en estos lares, el paso previo antes de ir a la discoteca es ir a beber a la calle. Era una fría noche de invierno en la que no hubiera salido si no llega a ser porque sabía que podría verlas. Aun así, no cuidé mi ingesta de alcohol y llegué al modo de no conciencia de tu alrededor.
En el punto álgido de mi ebriedad contacté con ellas. Cuando conseguí discernir entre la borrosa marabunta sus figuras, ya no sabía ni lo que hacía. Solté un par de burradas y me eché un par de fotos con ellas, mi estado no daba para más. La noche acabó alejado de ellas, cabreado y con mal sabor de boca: nunca supe aprovechar una buena oportunidad.
Después de ese día las cosas entre nosotros volvieron a su cauce. Me agradaba platicar con ellas y ellas se mostraban receptivas a mis excentricidades. Las estimaba por ese simple hecho, pocos me las aguantan.
Las cosas iban bien e incluso tuve un par de oportunidades más de verlas, mas mi comportamiento etílico no varió. No sabía cómo encauzar lo que sentía con lo que debía mostrar, y ello me iba corroyendo poco a poco. En la vida te enseñan a que has de amar a una persona y dedicarte a ella, pero yo buceaba entre dos mares de difícil delimitación.
Mientras una me asombraba con su aparente graciosa ingenuidad, otra me mostraba sus ocurrencias llenas de ingenio. Era como intentar escoger entre mis dos hemisferios cerebrales, se necesitan a ambos para estar pleno. Ellas, supuestamente, no discernían lo que en mí manaba. En cambio, yo sabía que si me tiraba a la piscina moriría ahogado.
Por curioso o infundado que parezca, todo acabó en una mala tarde de mensseger como tantas otras. En ela, el portapapeles me jugó una mala pasada y pegué el link a este maldito blog en la conversación. Se dieron cuenta que mi locura no era fingida, sino real; incluso me tachaban de loco sexópata. Andaba desquiciado en aquellos tiempos, llegué a buscar qué significaba sexópata en la RAE, pero no la identificaba como palabra.
Actualmente poco queda de aquellos tiempos. He podido superar el carecer de sus atenciones para conmigo. Aunque he de reconocer que escribo estas líneas con la pena en mis ojos y la melancolía en mis dedos.