A veces

17 de mayo de 2008

A veces, a veces te sientes congelado; entre el ambiente y tú no hay contacto alguno. Te tumbas en el asfalto, son las 6 de la mañana, y no sientes nada. No hay nadie, coches, personas, nada; ni siquiera el frío asfalto te hace reaccionar. Estás sumido en un trance, entre el mundo y tú hay una delgada capa que te convierte inerte para todo lo que te rodea. En un principio no sabes lo que es, pero no tardas muchos en darte cuenta; un cúmulo de emociones y sentimientos te bloquean. Sabes que estás vivo, sabes que existes, pero tú mismo odias ese concepto en la medida que es el reflejo de lo que eres.

Tu yo corpóreo se ha desligado de tus sentimientos, te hallas justo en medio, en el desprecio hacia ambos, no hay salida. Intentas asirte a algo, a un sentimiento favorable, algo que te haga volver al mundo real unido, siendo consecuente contigo mismo. Al abstraerte te ves en una isla, no precisamente paradisíaca, el entorno que te rodea no son más que las ilusiones negadas de las que huyes, pero no puedes, te persiguen hasta que te consumen, tú o ellas; has de elegir.

De repente una bocina, has estado a punto de morir, despiertas de tu ensoñación. Te sientes igual o peor, tus ojos se humedecen. La realidad no te es favorable y eres consciente de ello, lo cual te hace sentir incluso peor. Un grito ahogado surge de tu garganta; no quieres morir ni vivir, tan solo sentir, por un instante, como tu piel se estremece ante la suave caricia de algo que llaman felicidad.

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